Ante todo déjenme reclamarles por sus malos pensamientos. Por eso estamos así. Sí. Es una ene. Vamos a meter algo de historia, para que esto parezca un artículo serio. En 1989, ante la viveza criolla de revender en nuestras fronteras y en las islas de Aruba y Curazao las monedas con bordes de níquel, el Banco Central de Venezuela decidió sacar unos billeticos de uno y dos bolívares, bautizados como tinoquitos, en honor a su presidente de aquel entonces, Pedro Tinoco. La descripción de esos billetes de monopolio, más pequeños que el papel moneda tradicional, fueron el motivo de un memorable artículo de José Ignacio Cabrujas en su columna El país según Cabrujas, en El Nacional.
Así que como a este país se lo llevó el cono… monetario y el billete de mayor denominación no alcanza ni para un cono de helado, qué mejor manera de homenajear al maestro con cariño y dedicarle esta descripción de uno de los billetes que ya dejaron muy atrás su estatus de soberanos. Los tinoquitos se quedaron pendejos, en cuanto a los billetes más incómodos en bolsillos y carteras de venezolano alguno, hasta que a la revolución se le ocurrió hacer un cono.
Ante la falta de espacio hemos escogido del cono el billete de 500 bolívares, así a secas, ex de soberanos pues.
Mi recomendación, para avalar esta descripción, es que tengan a la mano el susodicho billete. Puede hacer la cola del banco, rogando a Dios que se lo den o conseguirlo con algún miembro de esas profesiones en alza de estos tiempos, como un bachaquero o un bombero de estación de gasolina. En fin, siempre es mucho más fácil conseguirlo que comprar algo con él. Así que si ya tienes nuestra penuria, llevada a papel moneda, ese humilde billete de 500 bolívares en tu mano, here we go.
El billete tiene un color sepia, algo así como marroncito claro quemao. Por cierto que a los viejos verdes les quedaría mejor viejo sepia, porque este si es el color de lo genuinamente antiguo.
En el reverso del billete, en el lado izquierdo, así como esmirriaito, está nuestro escudo, eso sí, con el antojo rápidamente complacido al líder supremo de este fin del mundo en suspensión animada, de poner al caballito, para mi gusto originalmente alegre y retozón, como solíamos ser los venezolanos, a mirar hacia adelante. El problema que veo aquí es que a la derecha está nuestro pájaro nacional, el turpial, justamente volteado y dicharachero como solía estar el caballo blanco del escudo. Seguramente alguien muy familiarizado con el lenguaje de los pajaritos y las vacas se encargará de poner en su sitio, en sucesivas ediciones del billete, al turpial subversivo que mira sospechosamente sobre su hombro, o mejor dicho sobre su ala. Si le da tiempo por supuesto. Por cierto, ¿el turpialito está encaramado sobre un palo o un mazo? No estoy muy seguro.
Al fondo del pájaro puede verse una panorámica del parque nacional Macarao. Se ven unas nubes arriba. Solo espero que no estén recreando un incendio forestal. Es que son capaces. Al fin y al cabo tienen el país incendiado por todos lados. En la parte superior derecha del reverso se ve una estrella de cinco puntas que asedia al turpial y a los animalitos de todo el cono de billetes.
A la misma altura, en el frente del billete, la imagen se repite. La cosa tiene un aire esotérico. Además de que la estrella suele cobijar la hoz y el martillo, símbolo del comunismo duro. En la parte frontal, más abajo, en paralelo con el turpial y la estrella acosadora de nuestra fauna nacional, aparecen las firmas del presidente y primer vicepresidente del BCV. La del titular es muy simple, con dos borlones alargadas en los extremos. Algún grafólogo me diría que la hizo como con pena y la del vice tiene una semejanza impresionante con un zancudo patas blancas. Es como si las firmas las hubiesen espachurraos sobre el billete. Arriba de la firma del presidente está el número 500, corpóreo, como si fuera una gran cosota, pero justo debajo se lee: pagaderos al portador en las oficinas del banco. Creo que hay que agregar entre paréntesis, si es que hay efectivo.
Más abajo, justo al lado del Libertador, hay como una bolita negra, que es algo así como la representación del hoyito negro en el que nos han metido estos jodedores de nuestra cotidianidad. Arriba de la cabeza de nuestro máximo héroe nacional, cuatro recuadritos plateados y brillantes con las siglas BCV, como una contentura de habérsela comido con la elaboración del billete. Hay un misterioso símbolo que se asemeja a una especie de rosa cortada, que se completa al colocarle otro billete de la misma denominación. Varias versiones reducidas de la sospechosa flor (aquí todos somos sospechosos habituales), rodean la figura de nuestro Libertador. A lo largo del billete hay unas líneas cinéticas, un poquito desviadas, hechas como con la intención de sacarle la piedra a Cruz-Diez.
La marca de agua con la imagen transparente de Bolívar, que al igual que la principal de abajo, es la del fenotipo revolucionario, con look modo zambo, todo despeinado, sin usar el peine que vi exhibido en su casa natal. Nuestro máximo héroe nacional se ve circunspecto, como pensando qué cono es esto. ¡El cono monetario más empobrecido del mundo, Libertador!